Salgo de los rosalillos
buscando a mi ama…
Exigiendo caricias
arrullando su aroma…
Estirando mis patas
levantando la cola…
Tuve una gata que se llamaba Mina...
Era una gata de los tejados...
En una época en que los gatos o casi todos los gatos eran gatos de la calle y de los tejados...
Era una gata común, del color de los gatos monteses...
En ocasiones tenía gatitos de todos los colores...
Pelirrojos, negros y blancos, monteses como ella, negros, pelirrojos y blancos...
Jugábamos con ellos cuando eran pequeños y en seguida que se hacían grandes se marchaban por los tejados y ya no los veíamos más que de vez en cuando, las gatas sí que eran un poco más caseras, y sobre todo la Mina que era la madre, y que la llamabas mina, mina, y venía...
Se dejaba acariciar, estirando sus patas y levantando la cola...
Y otras veces era ella la que me acariciaba, frotándose contra mis piernas buscando que la acariciase yo...
Algunas veces cuando llovía y hacía frío, como en aquella zona había mucha humedad en el ambiente, los gatos callejeros empapados maullaban malhumorados y azules, subidos en algún pilar o en alguna repisa de la calle...