Cuando me llegue la muerte, que dejen a la deriva en la mar mi cuerpo hinchado y desnudo, mis amigos...
Para que coman de mis ojos las gaviotas, y las moscas y los gusanos den un festín en mis carnes y mis grasas podridas...
Que sirva de refugio mi cadáver flotante, a las polillas y los pajarillos perdidos...
Que los peces limpien mis despojos, y una vez hundidos, que mis huesos pelados descansen en el fondo marino, y mi carabela sonría cuando otros ojos se asomen en sus oquedades vacías...
Cuando me llegue la hora, que dejen que mi cuerpo juegue por entre las olas, por última vez, como cuando era un niño...
Que el sol ilumine mi cadáver rendido hasta un nuevo día, y la luna acoja mi alma, para no estar sola...